Ni bien llegué allá, pensé que lo más indicado sería escribir las cosas que iban sucediendo día a día, pero me di cuenta de que a veces la mejor manera de guardar las cosas en el recuerdo es simplemente guardar imágenes en la mente, sentimientos en el corazón y sensaciones en el alma.
Y así fue, no toqué un papel ni una lapicera en toda la semana, porque mis ojos y mi piel fueron el mejor lápiz que alguna vez usé para guardar aquellas cosas que nunca caerán en el olvido.
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